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Autonomía ambiental: reflexión, criterio y acción.

Ante la crisis climática y ambiental que ha traído el acelerado crecimiento demográfico y la industria moderna, hoy en día surgen diversos movimientos sociales que apoyan otras formas de cuidado y/o defensa del medio ambiente. La autonomía territorial y el desempeño que estas alternativas a la producción y consumo, traen consigo en muchos casos una perspectiva que se “opone” o “detiene” los modelos e intereses de algunas naciones que por desgracia privilegian el interés económico a costa del bienestar común que da elcuidado de nuestros recursos.

Es en este debate sobre el uso de los recursos que podemos distinguir a algunos gobiernos o entidades actuar negligentemente y sin escrúpulos al llevar a cabo cualquier método que permita reducir su inversión y traer grandes ganancias. Si bien sabemos, esta problemática no es nueva ni mucho menos la única causa que corresponde a las dificultades socio-ambientales que giran alrededor de la industria y las necesidades que demanda el desarrollo. Sobre todo en países cuyo índice de pobreza o desigualdad social acrecientan las brechas que amenazan la vida digna al anteponer la explotación desmedida de los recursos como una fuente de ingresos que supone cubrir las necesidades básicas insatisfechas (NBI).

Particularmente, la causa de tanta desigualdad en países cuya dependencia a los modelos extractivistas se visualiza como la “única alternativa al desarrollo” es debido a que en los gobiernos y estructuras de poder se mantiene una cleptocracia vigente, es decir un establecimiento del poder basado en el robo de capital y la institucionalización la corrupción. Con la implementación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) acordados por las Naciones Unidas en el año 2016, muchos de estos países han generado un cambio de perspectiva que ha tenido lugar en las normas, leyes e incluso en los incentivos económicos que motivan a la producción ecológica y sostenible. Lamentablemente la burocratización y el establecimiento de entidades corruptas en el poder no permiten el flujo de este tipo de recursos, generando que la inversión extranjera se convierta en un modelo capaz de sostener la economía al ofrecer un manejo adecuado de explotación en estos territorios.

El asentamiento de la economía verde en los países del sur global ha convertido en oportunidad el neoliberalismo corporativo; un modelo que no reemplaza la producción energética sino que en lugar de ello, mantiene el extractivismo y la explotación de recursos (causantes del colapso ambiental) desde la reducción de riesgos y carencias ecológicas. De esta manera se fomenta el desarrollo en países cuyas dificultades sobrepasan la convicción de llevar una vida más sostenible. La inversión en tecnologías de “mejoramiento” y distintas oportunidades opacan el potencial que trae el empeño por un desarrollo social y ambiental auténtico.

Así como ocurrió con la Revolución verde en la década de los 60, los paquetes tecnológicos que hoy en día son las causas del desequilibrio ambiental se presentaron como una alternativa al desarrollo.

Como verán, en Latinoamérica y muchos otros países del sur este problema se complejiza cada vez más al involucrar diversos factores que imposibilitan un compromiso verdadero por la defensa y el cuidado del medio ambiente; como lo puede ser el conflicto armado, la falta de educación o de oportunidades, además de la poca coalición social que trae la corrupción política y la centralización de los recursos. Es en este sentido que al abordar la crisis climática como el único motivo que llama a la acción, es importante valerse de una autonomía justificada y consecuente con el cuidado de nuestros recursos sin romantizar el hecho de que en el planeta tierra se se encuentra una gama de elementos capaces de ser valorados por su potencial económico y utilitario para nuestra especie.

Es por ello, que en esta reflexión sobre el cuidado y la autonomía se desprenden distintas ideas cuya incidencia podrían permitirnos cambiar el mundo desde nuestros contextos y herramientas. Puede que el efecto que trae consigo los movimientos ambientalistas y la acción social no cambiará de la noche a la mañana el mundo, pero si le dará una ruta por la cual trazar nuestro compromiso por la prevalencia de nuestro entorno y la de muchas otras formas de vida. Por tanto, independientemente de los modelos o las problemáticas sociales que someten nuestras realidades y contextos, reconocer que toda acción repercute en un acontecimiento u efecto forma parte de esa autonomía por la cual toda persona compromete su perspectiva del planeta. Desencadenando a su vez la posibilidad de cambiar aquellas cosas que surgen principalmente de la cultura y el reconocimiento de lo verdaderamente valioso para el ser humano. Al fín y al cabo el cuidado hace parte de esa forma de expresar la importancia de nuestras prioridades.

¿Acaso no es esa “casa común” en que tenemos un lugar donde habitar?

Pensarnos el mundo como una extensión de nuestro cuerpo y comprender que los territorios son igual de valiosos que nuestras ideas genera un cambio no solo de perspectiva, sino también de paradigma sobre aquello que nos obliga a vivir de cierto modo.

Hoy en día la tecnología y las redes sociales se han convertido en una herramienta que de ser usada adecuadamente nos brindaría la información para ejercer nuestro derecho por esa justicia social que se proyecta conjuntamente.

La globalización informática y la conectividad ha ayudado a visibilizar diversas alternativas al uso eficiente de nuestros recursos, por lo que apoyarnos en este tipo de dispositivos podrían desencadenar (como lo han hecho) movimientos de acción social que motiven y presionen a nuestros gobiernos por ejercer una política basada en el cuidado ambiental y la equidad social en busca de la abolición de la corrupción. Quizá esta no sea una “gran respuesta” a esa autonomía que busca conciliar el desbalance entre el cuidado y las problemáticas que abarcan a nuestros contextos, pero si es una herramienta imperante en la construcción de una soberanía territorial y justicia social.

Otro aspecto que invita a reconocer las prioridades de nuestros territorios estaría basado en la intención por resaltar desde la educación y el aprendizaje los elementos o recursos de los cuales dependemos para vivir adecuadamente. El agua es el ejemplo más claro y preciso, pues además de estar presente en los ODS (Objetivo 6: Agua limpia y saneamiento), también lo está en muchas de las formas en que habitamos las cotidianidades. El cuidado de este recurso es la clave para que diversos sectores productivos y de bien común logren ser accesibles sin las complicaciones que traería revertir los efectos negativos de su contaminación.

Es en ese sentido, que desde el conocimiento común de nuestras realidades y contextos debemos orientar la acción, la educación y la cultura hacia un desarrollo que nosotras y nosotros mismos buscamos desencadenar desde el cuidado de los recursos. Siendo capaces de reconocer los riesgos y beneficios que traerán consigo gestar nuestro propio criterio como un detonante que impulsa la soberanía territorial, la gobernanza y a la autonomía ambiental.



Referencias y recomendaciones:
Economía verde: Las corporaciones asaltan a la Naturaleza y a los pueblos (Sursiendo, 2016.).
La política de sostenibilidad y desarrollo ( Ian Scoones, 2016.).
Gobernanza ambiental en Latinoamérica. Cap 1. El ambientalismo y ecologismo Latinaomericano (Joan
Martínez-Alier, Hector Sejenovish y Michiel Baud, 2015.).